sábado, 6 de diciembre de 2025

Olor a pan.


Huele a pan tostado. Es temprano. 
Siempre me recuerda a la infancia. 
A la seguridad. Al calor.

De pronto, se rompe el cielo. 
El aire tiembla. 
Me asomo a la ventana: todos corren. 
Yo no. Sin comprender.

El olor a pan tostado permanece ingenuo, 
suspendido en el aire, inocente.
Ha volado por encima del humo, 
indiferente a la pólvora. 
Un cuchillo invisible 
ha cortado de raíz 
la esperanza y el sosiego.

Ahora todo es confusión. 
Llanto. Sangre. 
Suciedad. La dignidad última
 de la palabra sobre la carne.

Pronto el lodo caerá al fondo 
y veremos aguas claras. 
Otros aires traerán otra belleza.

Los niños volverán a jugar 
con juguetes inventados. 
Los jóvenes volverán a correr 
con miembros prestados.

Otros amores. Otros fuegos. 
Más grandes. Más rojos.

Y los viejos mirarán 
con los ojos del recuerdo 
y llorarán la inocencia perdida.

Pero yo seguiré aquí, entre escombros. 
Aferrado a la memoria de este día. 
Rescatando el calor.

La única libertad, 
la más terrible y cierta, 
es que yo elijo qué hago con mi sombra.

La paz que vendrá será la luz que llevo.

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