sábado, 28 de noviembre de 2020

Las luces de mi calle

Cada noche las luces de mi calle,
lucen tristes.

No porque nadie
vea su belleza y sabiduría,
sino porque sufren. 
No quieren ser testigos
de nuestras miradas vacías,
de tantas bocanadas de ira y de humo,
de reproches. 
De nuestros tedios y miedos. 
Les duele.

Las luces de mi calle no juzgan.
Solo aman, pacientes y esperan
nuestras sombras.
Aman como la luna
lame el mar cada noche,
como el sol besa cada orilla 
en el ocaso.

No vemos cómo aman 
nuestros sueños y los guardan.
No vemos.

¡Qué solas están!
¡Qué abandonadas!

Ellas que solo aman.
Pacientes. Ellas sí ven.
Ellas que quieren, líquidas y perennes,
solo bañarnos de esperanzas
y reflejarse en cada lágrima, 
ellas sí ven.

Ven la madre amamantando.
Ven la rosa deshojada.
Ven los puños azulados y
los gritos hechos rayos.
Ven los amores prohibidos.
Ven. Nos ven.

Ellas que derraman su calor frío
sobre cada caído,
sobre cada olvidado,
quieren ser, pero no pueden,
maná para su cansancio.

¡Pobres luces de mi calle!
¡Cuánto saben de nosotros!
¡Y qué solas duermen!

domingo, 22 de noviembre de 2020

Dormir

 Dormir es una traición.

Abandonas por un breve tiempo

el mundo, tu mundo,

para domar fantasmas.

Es el mayor acto egoísta.

Mientras duermes eres infiel.

Infiel al ruido,

a la angustia, 

al miedo,

al espacio y

al tiempo.

Dormir es abandonar,

es un morir discontinuo y,

a la vez, incierto.

Es un vivir ausente.

La niebla en los ojos

y el frío en las manos.

Es un anhelo inconcluso de muerte.

Irracional.

Dormir es dejar de aferrarse

a los ojos,

sin miedo a sentirnos solos.