lunes, 15 de abril de 2013

Sólo sé ...


Sólo sé amanecer desde tu cuerpo,
dibujando el perfil de tu relieve,
azulando el brillo nácar de tu pelo,
sonrosando tu mejilla,
blanca y nieve.

Aprendí a besar desde tu boca,
inflamando el aire que te envuelve,
cuando piel con piel son una sola,
cuando labio con labio
se estremecen.

Y lloverte muy despacio
desde el cuello,
resbalando, imperceptible,
muy suave,
en un beso interminable
hasta tu seno,
y romperme, y no ser nada ...
y no ser nadie.

Sólo sé acariciar desde tus dedos,
dejándome llevar por tu corriente,
navegando en el vaivén de tu deseo,
y mojándome en el agua
de tu fuente.

Aprendí a mirar desde tus ojos,
atrapando cada rayo que te hiere,
cuando Luna y Sol son uno solo,
y tu garganta, entre gemidos,
enmudece.

Y forjarme, como hierro,
en tus caderas,
golpeando, con dulzura,
tiernamente,
bajo el fuego de tu fragua
que no quema,
sobre el yunque generoso
de tu vientre.

Búsqueda

(Angustia)
Desnudé mi último poema
por encontrarte.
Le quité su traje nuevo
e hice jirones el viejo.
Y en su desnudez busqué
el tierno perfil de tu talle,
el pálido brillo de tu ser ...
¡y no te hallé!

(Desesperación)
Desmembré todos sus versos.
Los leí, los releí.
Los susurré, los grité.
Los declamé, los canté ...
se me ahogaban en silencios.
Pura amargura callada.
Pura hoquedad hablada ...
pero, ¡no te hallé!

(Rabia)
Y retorcí las palabras,
las estrellé contra el suelo,
a sabiendas de tu ausencia.
Recogí sus mil pedazos:
los fundí, los destilé.
Burbujearon latidos
de tu corazón distante ...
¡y te odié!

(Vacío)
¡Y lloré!
Cuando todo fue vacío,
espacio y tiempo vacíos,
lloré.
Una eternidad lloré ...
¡y te hallé!

(Dolor)
Allá brillabas profunda.
Sin forma, sin rostro.
Sin cuerpo, sin alma.
Pura esencia opalescente.
Puro dolor tililante.
Y comprendí ...

(Comprensión)
"El alma es una bóveda celeste,
donde cada dolor y cada alegría
brillan como estrellas
frías, cálidas, lejanas.
Y nuestra vida no es más
que un efímero viaje
por el espacio que las engarza"

(Perdón)
Escribí un último poema,
por perdonarte.
Le vestí con traje nuevo,
le atusé todos sus versos
y lo sembré de palabras
y de silencios.

¡Y perdoné!

¡Resucité!