Sucede que me
canso de ser hombre.
De ser ángel de
carne, desechado.
De ser vértigo
luminoso
sobre el blanco
verbo inmaculado
de la nada
fecunda;
bajo el techo
gris, ominoso,
de la nube
líquida, deslumbrado,
que me inunda.
Mediocre, me
canso de ser hombre.
De ser demonio de
vientos, deseado.
De ser lava a
borbotones
del vulcano
vientre arrojado,
a esta famélica
vida.
De ir recogiendo
jirones.
De ir cosiendo
retales, inacabado,
ruina de esta
casa derruida.
Sobre la tierra
dura, hombre.
De metálica
fuente nacen lagos
de miedos y
fuegos que perduran,
como géiseres
que deshacen, magos,
las angustias,
los dolores y las dudas,
como brotes que
renacen, claros,
de las ganas, los
hados y las brumas.
Duele, aunque no
lo parezca, ser hombre.
Aún así, hombre
sin excusas,
no recibir el
espíritu, duele,
de la redentora
brisa de la musa
que de ser hombre
me releve,
que a ser niebla
me impulsa,
que por ser alma
me libere.
Humano, imagen,
sombra de hombre.
Cansado y harto
de mí mismo
solo me queda
avanzar,
remedar de otros
el camino,
esperar la lluvia
bautismal
que me absuelva
del pasado y del delito,
del recuerdo, de
la necedad,
de la misión y
el destino.
Sucede que me
canso de ser hombre.
De ser poema,
visión y anhelo,
de ser hierba, de
ser cielo,
de ser dolor y
silencio,
de ser error, de
ser deseo
y asilo.
Sucede que me canso de ser...
Sucede que me canso de ser...
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