¿Para qué más? ¿Qué nos espera?
¿Qué es lo nuevo, sino lo viejo con otra máscara?
¿Qué nos trae el tiempo, sino la misma repetición?
En realidad, somos eternos
y no lo sabemos. No lo sentimos. Desperdiciamos la eternidad buscándola fuera.
Todo paso, toda fase,
obedece a una ley espontánea.
El tiempo solo tiene un sentido: el desorden.
La caída.
Por eso la experiencia, lo aprendido, es inútil.
Es un mapa de un sitio que ya no existe.
Porque todo es nuevo a cada instante.
Y cuesta tanto ir contra la corriente.
Ordenar. Levantarse.
Cuando lo natural,
lo único cierto,
es derrumbarse.
Todo es nuevo. Virgen.
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