Hoy dormí
largo y profundo.
Soñé una historia
de caverna,
de levedad y de agua,
donde las paredes
se disuelven
y el suelo desmigaja los pasos.
Una historia
de aire viciado,
de humedad,
de calor
y de silencio.
Solo las manos y los ojos,
vivos, huérfanos de mí.
Y allá lejos la luz.
La luz de todas las noches.
La luz de todos lo finales.
Una luz al infinito,
hacia donde ir y
nunca llegar.
Ya no temo perder la huella
que dejo y me acompaña,
ya no.
Antes me aferraba
al polvo de mi sombra .
Ahora solo duermo.
El camino es solo
presente y bruma.
Ahora solo sueño.
Y lo saludo.
Y lo despido sonriendo.
Hueco en la existencia,
este sueño.
Solícita caverna cotidiana;
grieta en la cordura;
lucidez derruida.
Dolor lejano y recluso
que ilumina cada noche,
que arde en las sienes
y reseca mi boca.
Dolor que me observa
y me juzga
como una lechuza en la noche.
Un sueño repetido.
Ahora repetido.
Siempre repetido.
Y tú respiras profundamente
a mi lado.
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