Las palabras no son nuestras.
Son del aire.
Nacen del aire que respiramos.
Viajan en el silencio.
Se enredan en los abrazos.
Fluyen en los labios.
Las palabras no son de nadie.
Nosotros somos de espacio y de tiempo;
de átomos, de partículas.
Pura materia corruptible.
Las palabras, no.
No caben en ningún espacio;
trascienden todo tiempo.
Son eternas.
Son libres.
No podemos encerrarlas entre comillas,
frases o libros.
Y orbitan a nuestro alrededor.
Y nos atraviesan.
Se diluyen en nuestra carne
y empapan nuestro entendimiento.
Navegan por nuestra sangre
y se evaporan de nuestra piel.
No son nuestras.
Son del aire.
Y vuelan como mariposas
en busca de otras bocas
que las digan,
que las canten.
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